jueves, 3 de junio de 2010
























OSTROV - LA ISLA

Quedé gratamente sorprendido y muy edificado al ver esta película Rusa que sencillamente se sale de lo común. Esta es una película completamente ESPIRITUAL. Acompañada por un gélido pero bello paisaje de una isla retirada en la Siberia, el director de este filme, Pavel Lugin, tuvo la feliz idea de recoger esta historia que, para información del lector, está muy cerca de la realidad. No me consta que el argumento se base en una historia real, pero la tradición cristiana ya desde antiguo nos habla de estos padres anacoretas, verdaderamente Cristoforos, totalmente poseidos por el Espíritu Santo y que desbordan una sabiduría que en apariencia raya con la locura.

El padre Anatoly es un monje chiflado. Ha escogido en lugar de vivir en el monasterio junto con la comunidad religiosa, vivir en la bodega donde se almacena el carbón para calefaccionar el monasterio. Es difícil para los monjes entender al padre Anatoly. Pasa la jornada recolectando carbón y va y viene en viajes interminables para almacenar el producto. Gentes de lugares lejanos vienen a buscar a un santo cuyo "secretario" es Anatoly. El tiene un extraño comportamiento, cuando va al oficio no ora frente al altar o cara a los íconos sino que ora de costado o en lugar de orar silva o hace ruidos extraños. Pone en aprietos a sus hermanos en la fe, les hace bromas pesadas y parece que se burla de ellos...
Lo cierto es que nadie ha comprendido que está locura voluntaria y humilde esconde a un gran penitente y a un gran santo. Taumaturgo, profeta, exorcista, hombre de Dios, clarividente, poseedor de la palabra de conocimiento, carisma como el que tuviera el santo Cura de Ars o el padre Pío de Pietrelcina, este monje peculiar es portador de una sabiduría que no puede ser sino Divina.
¿Qué es lo que atrae al Espíritu Santo al punto que se precipita sobre tan singular personaje...?
Anatoly carga con una cruz, un pecado de su juventud, un hecho que no se borra de la mente de nuestro monje y que le provoca día a día a orar con el salmista: "Tengo siempre presente mi pecado, contra tí, contra tí solo pequé. Lo que es malo a tus ojos yo lo hice. pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, renuevame con espíritu firme. Oh Dios, crea en mi un corazón puro, no me alejes de tu Rostro, no me quites tu Santo Espíritu".


Son pocas las películas que he visto, por no decir que es la primera, en la que el personaje toma tiempo para orar y lo hace generosamente. Ciertamente "es un lujo" que el cine occidental no se permite.

Les invito vivamente a procurar ver esta película. Será de total provecho para vuestras almas.
Hay algunas situaciones muy absurdas que no las detallo. Solamente les doy como clave el versículo del Apóstol: "La sabiduría de Dios es locura y necedad para el mundo"

Tanto la conversión como el arrepentimiento son regalos de Dios. No creceremos en santidad sino pedimos al Señor recibir el don del Temor de Dios. El que alguna vez derramó lagrimas amargas por sus pecados sabe bien que esa es una tristeza que nos purifica.
Toda tristeza, o viene del demonio o viene del mundo o la carne, nunca jamás de Dios.
Hay una sola tristeza que viene de lo alto y es el arrepentimiento, la conpunción, el dolor de los pecados. Quien ha derramado estas lágrimas sabe que este es un dolor gozoso que nos hace más humildes, es decir, que nos pone de frente con la realidad de nuestra pequeñez y que nos invita a marchar por un camino nuevo que es el de la infancia espiritual. Esto es lo que nos propone Teresita del Niño Jesús y de la Santa faz.

Finalmente de lo que se trata en los caminos del Señor es siempre de regresar a lo escencial y esto es "que yo me sepa amado por tí, no por mis obras sino porque así Tu lo quiciste y entonces mi obrar será por tí, esa será mi alabanza y mi oración. Por eso no temeré tu juicio porque tu Misericordia sobrepasa mi esperanza. Yo lo se Señor mío que cumplirás tu promesa para con tus pequeños hijos y llegara el día en que seremos consolados sobre tus rodillas".

_____________________________

Título Original: Ostrov
Título opcional: lLA ISLA o Exorcismo
Género: Drama
País: Rusia
Año: 2006
Director: Pavel Lugin
Duración: 110 min
Productora: Pavel Lungin Studio
Sitio Oficial: ostrov-film.ru
Reparto: Pyotr Mamonov, Viktor Sukhorukov, Dmitriy Dyushev, Yuri Kuznetson, Viktoriya Isakova, Nina Usatova, Yana Yesipovich, Olga Demidova, Timofei Tribuntsev, Aleksei Zelensky



EL STARET Y LA ORACIÓN DEL CORAZÓN

Escribo este pequeño artículo a propósito de una película que acabamos de comentar y que se titula "Ostrov" cuya traducción del ruso significa "La isla".
La imagen que está en el encabezado corresponde a san Serafín de Sarov, a quien la iglesia ortodoxa le celebra el 2 de enero.
San Serafin puedo decir sin miedo a equivocarme, que es un santo universal, como lo puede ser san Francisco de Asís para otros credos.
Antes de continuar conviene decir que el diálogo entre católicos y ortodoxos va muy avanzado. Nos corresponde a nosotros como bautizados y testigos del Señor, orar intensamente para que cese el escándandalo de la división en el Cuerpo de Cristo. Y debemos hacerlo con inmensa confianza porque Dios lo quiere y por que lo que nos separa no son tanto los temas de la fe sino problemas históricos, políticos y seguramente también de forma.
Juan Pablo II nos insta a perseverar en esta oración de petición a fin que la Iglesia "pueda respirar con sus dos pulmones", el de occidente y el de oriente.
San Serafin de Sarov es un monje ruso, un staret, es decir un sabio espiritual. Sabiduría que ha recibido como don de Dios producto de la vida de oración. El nos enseña que lo más importante en la vida del creyente es "la adquisición del Espíritu Santo". Se trata entonces de vivir su vida bajo el soplo del Espíritu, dejándonos invadir por su susurro y obrando según su inspiración. Cuidando de no resistirle, ni entristecerle y mucho menos pecando contra El.
El pecado contra el Espíritu Santo es aquel que no tiene perdón a decir de Jesús.
Pecar contra el Espíritu Santo es no aceptar el perdón y la misericordia que Dios nos ofrece de manera que tal pecado no puede ser perdonado porque quien rechaza el perdón sencillamente no lo puede recibir. Desgraciadamente no son pocos al presente los hombres que se encuentran en esta terrible situación, ya no tienen consciencia de pecado por que acallaron, silenciaron y asesinaron la inspiración del Espíritu que nos mueve a la conpunción y al arrepentimiento.

San Serafin de Sarov tendrá un encuentro memorable con un laico llamado Motovilov y el santo le enseñará a orar en el Espíritu, llevándole por una experiencia mística de una transfiguración.
El que quiera profundizar este tema puede leer el librito titulado "El Peregrino Ruso".

La ortodoxia cristiana cultiva una oración a la que llama "la oración del corazón" y que consiste en repetir permanentemente esta jaculatoria: "Señor Jesús, hijo de Dios Vivo, ten piedad de mi pecador".
Esta oración vocal nos introduce progresivamente en el corazón de Dios para despertar en nosotros el espíritu filial, es decir, para provocarnos a una relación en la que Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus pequeños hijos que queremos vivir bajo su amorosa y misericordiosa mirada. También expresa la confesión de nuestro estado de pecadores, frágiles, pobres, incapaces de ser buenos por nuestras propias fuerzas porque aunque Dios nos creo en el bien, producto del pecado original y también del personal somos portadores de la herida del pecado y llevamos una tendencia a la fragilidad que se llama concupiscencia.
Tener consciencia de esto nos anima a ponernos de rodillas para clamar a la Misericordia Divina.
El fruto de esta oración es la conpunción que no es otra cosa que lo que experimentó el hijo prodigo luego de haber derrochado la riqueza de su Padre. Es el dolor del corazón.
"Padre, he pecado contra el cielo y contra tí y no merezco llamarme hijo tuyo" resuena como un eco el verso del salmo 50: "Contra tí, contra tí solo pequé. Lo que es malo a tus ojos yo lo hice..."
Este don de Dios es extraordinario porque purifica nuestro corazón, nos simplifica y nos hace sencillos, también nos otorga mansedumbre porque quien tuvo la gracia de ver su pecado recibe también la gracia de saberse más pequeño que nadie y por lo tanto nos aparta del juicio contra los hermanos que es el pecado de Satanás, el acusador.

Hemos celebrado hace poco la fiesta de Pentecostés y les invito a que pidamos continuamente la gracia del Espíritu Santo, El es ese gran desconocido de muchos. Que no lo sea para nosotros por cuanto El es el Padre de los pobres y nosotros en verdad lo somos.