lunes, 12 de agosto de 2013

MILAGRO EN SANTA FE






Dios nos da el encuentro

El sentido que podamos darle a la vida con sus sin sabores y agrados, depende totalmente de la visión que tengamos del ser humano. Ya a esto se suman ingredientes personalísimos como son la propia experiencia, el amor que hemos recibido de nuestros padres, la relación fraterna con nuestros hermanos si los hemos tenido y poco a poco, este círculo de sociabilización se va ampliando cual las hondas que se dibujan en un espejo de agua, luego que lanzamos una piedrecilla.
El ser humano es un ser complejo. Dicha complejidad radica en la escencia de su ser que naturalmente es de orden material pero también espiritual.
En efecto, los seres humanos nos distinguimos de los animales porque poseemos algo que se llama la conciencia de sí y que nos permite una comprensión siempre profunda de nosotros mismos y a partir de allí, de nosotros en referencia a lo que nos rodea, la creación. Por si este prodigio de la naturaleza humana fuera poco, poseemos una cualidad que nos permite estar siempre en referencia al otro. El gran Aristóteles lo definió de manera magnífica cuando afirmó que "el hombre es un animal político". Entendemos por ello un ser social.



VAMOS AL GRANO...

Sí, querido lector de este humilde blog del Cine Católico. ¡Vamos derecho al tema!
Esta película rodada el año de 1997 merece ser vista con peculiar atención. El director Karen Artur aprovecha de un prodigio de la arquitectura y en particular de la ebanistería, para abordar un tema sumamente profundo cual es el sentido del sufrimiento y los límites del ser humano.
Allá por el 1800, en el Lejano Oeste Americano, lugar donde se han tejido otras historias que nos hablan de héroes y bandoleros, de super hombres y westerns espaguetis, había y hay aún, un pueblo fronterizo que se llama Santa Fe, en el estado de Nuevo México.
En ese lugar que no debía quedar abandonado a su violenta suerte, llegó la evangelización de colonos e indígenas, animada siempre por los esfuerzos de la Iglesia Católica. La historia a la que nos referimos es real y tiene como protagonistas a una comunidad de algunas pocas monjas de una fundación llamada "La Hermanas de Loretto". Estas monjas no hicieron distinto a otros muchos Misioneros Católicos quienes junto con emprender la empresa de la fe, también se preocuparon por formar y educar a los habitantes del lugar. Por eso, construyen con mucho esfuerzo una escuela y también una Capilla. No es cualquier Capilla. Quisieron hacer una especialmente bella, de estilo gótico y con detalles que contribuyeran a encender el fervor en aquellos que la visitarán.
Pero como suele ocurrir, ante tan nobles deseos y obras, aparece la dificultad y en este caso, un tremendo olvido... La Capilla tiene un Coro, ubicado como es el uso en la parte superior y posterior del edificio. Pero ese lugar que tiene la forma de balcón posterior no contaba con una necesaria escalera para acceder allí.
La película y su trama nos va mostrando por qué ocurrió esto. Otros también añaden a lo que dice el filme que, algunas Capillas de la época carecían de escalera porque los cantores simplemente subían por una escala móvil y simple a su lugar de canto.




Pero bueno, yo no sé si fue esto último o lo anterior lo que generó el problema que da inicio a esta situación. Lo que sí sé es que la Capilla no tenía escalera y las monjas difícilmente, a causa de su hábitos y de la edad de algunas de ellas, podrían trepar cual bombero por escala telescópica, para acceder al lugar desde donde se interpreta las alabanzas al Todo Poderoso.
Hay que decir que, aunque pequeña, la Capilla posee una altura importante y el coro se encuentra a 7 metros de distancia respecto del piso.
Así pues, la Madre Superiora, que en la película tiene el nombre de Medalyn, primero con furia y después con decepción, recibirá la absurda noticia que "su Capilla" ha nacido con este importante hándicap.
El Arquitecto ni los constructores ni varios otros entendidos, entregaron una solución viable y estética para tan complicado entuerto. Es por esto que la Religiosa, como buena Católica hizo lo que hacemos los creyentes cuando vemos que hemos agotado nuestras posibilidades. Sí, eso mismo, acordaron hacer una Novena en honor a San José. San José es un magnífico proveedor para la Iglesia y la Familia. No solo es modelo de fe y virtud sino que intercede eficazmente para conseguirnos el favor Divino en medio de la carencia y necesidad, tanto materiales como espirituales.




Terminada la Novena ocurre lo que suele ocurrir cuando uno confía en el poder de la oración. Llega a Santa Fe un foráneo. Un hombre jóven, silencioso, de espaldas anchas y mirada serena. Este personaje llega directamente al Convento y es recibido con cierto asombro por las monjas. ¿Se preguntarían ellas si este caballero traía la respuesta de Dios?. Él pide visitar la Capilla y al ver que no había escalera, después de reír un tanto a causa de lo absurdo del hecho, les propone a las monjitas hacerla.
El peculiar forastero explica con pocas palabras qué es lo que conviene en una situación tal. No puede ser cualquier escalera en razón del espacio y la arquitectura. Debe ser una escalera circular, una escalera de caracol. Las monjas entusiasmadas saben, gracias a la oferta, que sus oraciones han sido escuchadas. Pero, a falta de dinero, aterrizaron un tanto el asunto que despegaba con tanto entusiasmo. El forastero les mira, esboza una discreta sonrisa y sigue explicando de lo que se trata el proyecto, como si no le importara este obstáculo que nosotros si comprendemos que era mayor.




UNA ESCALERA ATÍPICA

En la obra de construcción habían artesanos de origen francés e italiano. Sin embargo, nadie sabía muy bien cómo ejecutar esta obra, sabida cuenta que en el lugar no existía una fundición, porque una escalera de caracol, hasta donde se sabía en aquel entonces, solo se había hecho en algunos contados casos y siempre con hierro fundido, lo que era necesario en razón de las formas curvadas. Pero el genio que apareció hablaba de hacerla en madera.
Consiguió una madera que no existía en el lugar, y así cómo nadie supo de dónde venía él, nadie supo tampoco de dónde sacó la madera empleada. Nadie había visto además que alguien hiciera un trabajo de semejante envergadura provisto solamente con un serrucho, un martillo y una escuadra. Por si esto les parece poco, no empleó en la construcción ningún clavo sino que toda la construcción la ensambló con espigas de madera y tarugos, también de madera. No es todo, este prodigio desafía la inteligencia del más lúcido... la escalera no tiene un eje principal o columna tubular... se sustenta caprichosa e incomprensiblemente en el espiral de su forma.
El tiempo que le llevó construirla nadie sabe si fue seis meses, más o menos que esto. Lo que sí todos los habitantes de Santa Fe supieron que, terminada la silenciosa labor, el carpintero desapareció como apareció, sin saber por dónde ni dónde encontrarle, aunque fuera para darle las gracias. De allí que la creencia de todos, monjas y pueblo, fue que tan extraño personaje era como un ángel enviado por Dios y mejor aún, era el mismo San José, a quien se le había orado, y que habría dejado este signo visible para acrecentar la fe del pueblo Católico.




UNA ESCALERA PARA SUBIR AL CIELO

Les comento a continuación una crítica de la película, señalando algunos puntos que me parecen de particular importancia.
Yo digo que este "milagro" encierra otro más grande y que, por lo menos a mí, me habla más que el signo mismo de la escalera.
Esta escalera fue solo un pretexto para que Dios, a través del instrumento aparecido, pueda alcanzar el alma de algunas personas que se debatían en sus propios infiernos. En la película es el caso del Contratista, un hombre alcohólico, decepcionado de la vida producto de la separación con su esposa, la misma que también estaba enferma, era una ludópata que metió en un gran problema financiero a su marido. Pero además de este personaje está el de la Madre Medalyn quien atraviesa por una prueba enorme. Ha recibido noticia que su enfermedad le costará la vida. 




Efectivamente, tiene poco tiempo, posiblemente no vea la siguiente primavera y a esto se añade una profunda herida cual fue la violación de la que fue víctima llegando a la tierra de misión. Las monjas fueron cercadas por un grupo de indios apaches, dos fueron asesinadas y ella fue violentada. Este acontecimiento la marcó de manera terrible al punto que tiñó su carácter de manera importante y alteró de alguna manera su fe y relación con Dios y con los demás. Cubría su dolor con una suerte de sarcasmo frente al sufrimiento propio y al de alguna de sus hermanas y en particular, frente al personaje de un niño indio quien le recordaba el infortunado suceso.
Para ella, el proceso de construcción de la escalera fue la ocasión de comprender que uno no dirige su vida como lo entiende. Uno no tiene la capacidad de calcular todo de manera que las cosas salen como lo habíamos planificado. Los seres humanos no estamos por encima de Dios, aunque planificamos, no determinamos los asuntos del tiempo, ni de cómo resultarán las cosas finalmente, no tenemos ni siquiera la capacidad de dar un sentido a nuestro sufrimiento por nosotros mismos... todo lo recibimos de otro. Todo lo recibimos de Dios, y hasta no comprenderlo nos debatimos luchando de manera ilusa porque de por medio hay un duelo impostergable. Debemos aprender a morir. La vida se trata de eso y cada contrariedad es no otra cosa que una oportunidad para morir a está ilusión que nos dice que podemos algo.
Por ello, frente al dolor y a nuestros propios límites, la Providencia Divina nos invita a remontar las circunstancias a través de esta escalera que no encaja con lo racional y ascendiendo sus 33 escalones vamos desapegándonos de aquello que esteriliza estúpidamente el sentido existencial... creer que uno puede, creer que uno sabe... "¡Sin mí ustedes no pueden nada!", dice Jesús y también nos advierte su Amor que el que guarda su vida la pierde pero el que la abandona a Dios la encuentra, ¡y de qué manera!


¿RESIGNARNOS ANTE EL SUFRIMIENTO?
¡ESO NUNCA!

Quiere decir esto que frente al sufrimiento solo queda resignarse: ¡Eso nunca! La resignación es el epílogo de un fracaso barnizado con la aceptación de lo que no somos en verdad.
¡Cuánta falta hace tomar conciencia que, además de seres encarnados, somos seres espirituales!. Este desconocimiento es el responsable de todas nuestras imprudencias e insensateces, aquellas que nos hacen penar inútilmente.
Ante el sufrimiento cabe perfectamente el grito de la cólera. Cólera al a que Dios se suma porque "Él no nos creo para morir ni para sufrir". ¿Cómo no sería Dios el Socio que nos acompañe en esta experiencia de contradicción si Él mismo nos ha creado y lo ha hecho en una perspectiva de Amor y Bien?
Ocurre que estamos desgarrados a causa del pecado original. Lo eterno en nosotros confronta lo efímero y fugas y frente a un Amor que se escribe con mayúsculas esta vida no alcanza en lo más mínimo para lo que nuestra alma eterna desea y a lo que aspira y por lo que suspira.
No hay solución frente al sufrimiento sino la del amor, porque así como es imposible amar sin sufrir, es inútil pretender vivir sin sufrimientos, porque este deseo que nos es común a todos los mortales, niega en nosotros nuestra propia naturaleza que nos designa como seres de amor. 
No podríamos olvidar las sabías palabras de san Agustín que al respecto nos dice: "Si no quieres sufrir, no ames. Pero si no amas... ¿Para qué quieres vivir...?




Te invito querido lector a ver esta película si así lo quieres tú, pero más allá de la película, que para mí es el pretexto, te invito a remontar esta caprichosa escalera que te acerca un poco más a la felicidad que buscas cuando intentas vivir la vida de manera audaz y valiente. De todos modos, si hay un secreto y si hay una plenitud de la vida, esta se encuentra en aceptar humilde y sabiamente que morir hoy en las pequeñas contradicciones y sufrimientos nos depara una Vida Eterna a su lado. Él lo ha prometido... 
"Yo les consolaré sobre mis rodillas"
Yo le creo.  ¿Y tú..?



En un pueblecillo del lejano oeste Americano cuyo nombre es Santa Fe, han llegado desde hace algún tiempo unas monjas de la Comunidad de la Virgen de Loreto. Fundan en aquel remoto lugar una Escuela y una Capilla, pero, habiéndola construido con mucho esfuerzo, al arquitecto se le olvidó poner una escalera para subir al Coro. La Hermana Medalyn decide pedir a sus Hermanas hacer una Novena a San José, quien como respuesta a la misma les envía inmediatamente a un forastero, hombre silencioso y de alma noble, pero que además de estas cualidades es carpintero. Así da inicio la labor de tan singular personaje, no sin sortear la oposición de muchos intereses poco cristianos sobre este asunto y también el sufrimiento de algunas personas del pueblo, especialmente el de la Madre Medalyn, quien sufre de una repentina y penosa enfermedad.
Hermosa película que merece ser vista con atención para descubrir la realidad de la Providencia Divina y cómo, las aparentes necesidades muchas veces son el pretexto para que Dios intervenga, viniendo a nuestro encuentro para sanar y reconciliar nuestras vidas.

"La escalera fue como un milagro,
pero dentro de este había otro...
El camino por el que un alma
puede subir al Cielo".






Título original: The Staircase
Título en Español: Milagro en Santa Fe
o también "La Escalera de San José"
País: USA
Año: 1997
Actuaciones de:
Barbara Hershey y William Petersen
Duración: 98 minutos aprox.
Idioma: Ingles
Subtítulos: Español
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